jueves, 30 de julio de 2015

—Es un buen precio —dijo Ryan finalmente—. Podría haber alargado un poco el tiempo que ha dedicado, podría haber inflado la factura. La gente suele suponer que puede aprovecharse de los ricos.
—Me gusta cobrar, señor, incluso cobrar bien, pero sólo por el trabajo que hago.
Nuevamente apareció y desapareció una breve sonrisa. La mirada entusiasta y curiosa.
—Veo que he tocado un tema sensible —dijo Ryan—, porque es usted un hombre como yo. Un hombre de orgullo y capacidades que sabe quién es.
Una mirada larga y evaluativa.
Bill se encogió de hombros, recogió el resto de sus cosas y volvió a la sala del mural, esperando que hubiese algún subordinado de Ryan esperándole con un cheque. Pero era Ryan el que le tendía el cheque.
—Gracias, señor. —Bill lo cogió, se lo metió en un bolsillo e hizo un gesto al hombre. ¿Estaría loco, mirándole así? Se dirigió rápidamente hacia la puerta de entrada.

    Acababa de entrar en la sala de estar cuando Ryan le llamó desde el arco.
—¿Le importa que le haga una pregunta?
Bill se detuvo. Esperaba que no resultase que Andrew Ryan era un marica. Ya estaba harto de maricas de clase alta que intentaban ligar con él.
—¿Dónde cree que deberían terminar los derechos de un hombre? —preguntó Ryan.
—¿Sus derechos, señor? —¿Una pregunta filosófica para un fontanero? El viejo estaba completamente chiflado. Pero McDonagh le complació—. Los derechos son derechos. Es como preguntarle a un hombre de qué dedos puede prescindir. Yo necesito los diez.
—Eso me gusta. Pero suponga que pierde uno o dos dedos. ¿Qué haría? ¿Creería que es inútil para trabajar y que merece una limosna, por ejemplo?
Bill levantó la caja de herramientas mientras pensaba.
—No. Encontraría algo que hacer con ocho dedos. O con cuatro. Me buscaría algo.Me gustaría poder usar más mis talentos, claro. Yo no acepto limosnas.
—¿Y qué talentos son esos? No es que no crea que ser fontanero no es uno de ellos.Pero ¿se refería a eso?
—No, señor. En realidad no. Me considero una especie de ingeniero. Pero de un modo sencillo. Quizá fundaría mi propia… mi propia… empresa de construcción. Ya no soy muy joven, pero sigo viendo en mi cabeza lo que me gustaría construir… —Se detuvo, avergonzado de contarle algo tan personal a ese hombre. Pero Ryan tenía algo que hacía que quisieras abrirte y hablar.
—Es usted británico. No de… la alta burguesía, claro.
—Exactamente, señor. —Bill se preguntaba si ahora le echaría. Se puso un poco a la defensiva al añadir—: Crecí en los barrios pobres.

Ryan se rio secamente.
—Se vuelve susceptible si le hablan de sus orígenes. Sé cómo se siente. Yo también soy un inmigrante. Era muy joven cuando llegué de Rusia. He aprendido a controlar mi manera de hablar, me he reinventado. Un hombre debe convertir su vida en una escalera que nunca deja de subir. Si no sube, se está deslizando hacia abajo, amigo mío.

»Pero al ascender —continuó Ryan, metiéndose las manos en los bolsillos y paseando una mirada pensativa sobre la habitación—, uno crea su propia clase, ¿lo entiende?

—¡No podría estar más de acuerdo, señor! —le espetó Bill—. Por eso vine a Estados Unidos. Cualquiera puede ascender. ¡Hasta la cima!

—Sí y no. Hay algunos que no tienen madera. Pero no es la clase ni el ambiente en el que han nacido lo que lo determina, ni tampoco su credo. Es algo que se lleva dentro. Y es algo que usted tiene. Es un hombre verdaderamente independiente, un auténtico individuo. Usted y yo volveremos a hablar…


[Fragmento extraído de Bioshock:Rapture]